1.8.11

¡Queremos pastel!

¡Mírala a ella! Tan feliz, bailando con su señor. Se ve tan feliz. Me pregunto cómo habrá sido la ceremonia. Seguramente fue algo magnífico, lleno de romance, de amor. Seguro se hicieron promesas y harán todo el esfuerzo posible por cumplirlas ¿Qué llevará a una persona a decidir casarse con otra? ¿Qué tan distinto será entre aquellos que se unieron en libertad, aquellos que escogieron y las personas como yo, que nunca tuvimos esa oportunidad?

Se ve hermosa bailando. Hace girar la falda de su vestido deliberadamente, fue por eso que lo escogió así, para hipnotizarlos a todos con su movimiento. Mi vestido, en cambio, no lo escogí, nunca lo vi hasta que lo tuve puesto y por algna razón, siento que nací con él. Así como a mi marido, a quien nunca vi hasta que arbitrariamente lo pusieron a mi lado. Me da miedo admitir que lo odio un poco, me da lástima porque sé que él tampoco tuvo opción. De pronto también me detesta, de pronto observa a los novios con la misma agonía que yo. Pero es imposible saberlo por su expresión. Inmóvil, inerte, inútil, un simple objeto de decoración en esta fiesta. Como yo.

Ahora que los demás invitados comienzan a bailar, ahora que todo el mundo se levanta y se distrae, yo me pregunto ¿Dónde están mis amigos?, ¿dónde está mi celebración? Mi matrimonio no tiene fiesta, no tiene alegría, no deja dolientes. Mi matrimonio es tan plástico como mi marido y yo.

Pasan las horas. Los invitados comen. Pronto será mi momento de brillar, los escazos minutos que toda novia debe tener, aún aquellas que no somos celebradas, aún aquellas que somos esposas sin ceremonia, sin votos, sin beso que selle ninguna unión. Solo el silencio absoluto de la imposicion.

Ahora que ambos están tan cerca siento la villanesca satisfacción de ver en los ojos de ella un pequeño destello de duda, de inseguridad. De pronto, aún cuando escoges a la persona con quien te vas a casar sigues siendo un títere de la fortuna. Si algo caracteriza a los seres humanos es su capacidad de sorprender, por más que conozcas a alguien siempre hay algo oculto, siempre hay un secreto que podría cambiarlo todo. Nunca habría imaginado que alguien en mi deprimente posición podría tener alguna ventaja frente a esta pareja tan sonriente ¡Tanto qué se divierten dándose de comer el uno al otro del pastel! ¡Tantas ganas de que el pastel no sea el pastel, sino el cuerpo del otro! Y todo podría terminar en el dolor y el odio más profundo, el de las promesas rotas, las ilusiones desechas, la amarga locura de la traición.

Pero bueno, no sé qué celebro. Por más incierto que sea el destino de estos recién casados, yo tampoco sé qué será de mi. En algunos momentos se irán los novios a celebrar su noche de bodas. En algún momento los invitados volverán a casa. Yo, en cambio, no sé qué será de mi, pero algo es seguro, es imposible que pase el tiempo y yo permanezca parada en lo más alto de este pastel.