29.11.11

Una amiga

Esto ocurrió cuando todavía me llamaba Álvaro.

Tenía una amiga lesbiana. Ella era (aún es), además, una de las mujeres más atractiva físicamente que conozco. Su figura, su cara, sus piernas… Sus nalgas. Todo lo que es hermoso de una mujer, lo tenía (y lo tiene). Nuestra amistad era incondicional. Aun cuando yo nunca pude evitar fantasear sexualmente con ella de vez en cuando, ella entendía que yo no soy un animal sin control de sus impulsos. El respeto siempre imperó. Nuestra amistad era incondicional.
Una vez fuimos a un bar con la única intención de emborracharnos. Sí, ya sé que es redundante, pero es que fue una de esas ocasiones en las que la intención estuvo perfectamente clara desde el principio. Es difícil que yo la pase bien cuando el propósito de una salida es embriagarme, soy del tipo que disfruta cuando una salida a cenar se transforma en una debacle alcohólica en honor al ingreso al hall de la fama de Nolan Ryan (por ejmplo) de forma natural y orgánica. Sin embargo, en esta ocasión el tequila tenía gracia y sentido. Cada trago, cada golpe a la madera de la barra era una resta a nuestras preocupaciones, a una de las tantas cosas que ella y yo queríamos olvidar sobre nuestras respectivas vidas. Veinticuatro y veintiséis golpes después ya no éramos nosotros, éramos dos extraños de mal hablar y mal caminar que trataban de encontrarse en el espejo en cada visita al baño, sin éxito. Volvimos a su casa, era demasiado temprano para admitir la derrota, destapamos dos cervezas y tratamos de ver una repetición de Dr. House. Una hora más tarde ella decidió vencer el sueño besándome. Nuestra amistad era incondicional.
Ambos buscábamos senos en el pecho del otro. Por más que ella insistió, solo yo los encontré. Todo era normal para mí, todo extraño para ella. Pero la piel es más fuerte que la voluntad, sobretodo cuando la piel es envase de alcohol y no de gente. Al día siguiente, al despertar, nos admitimos nuestro amor, pero a diferencia de nuestra amistad, nuestro amor sí tenía una condición. Afortunadamente, ya no.
Nuestro amor es incondicional.