-Que la única cosa que realmente me importa es que luego la gente no ande diciendo que yo soy un pendejo- dijo él, aunque dos minutos antes comenzó diciendo -Tú eres lo único que me importa.
Ella tampoco es ninguna lumbrera y su falta de honestidad posiblemente podría ser la que lo trajo a él al extremo de decir estupideces como esta. Es en sus estados emocionales más alterados en los que se conocen realmente entre ellos, sin el filtro de la razón que da la calma (y viceversa).
El camino hacia el fin del mundo de pronto se volvió muy solitario. El temor a la libertad, a la ausencia del sentido de pertenencia a una relación sentimental, desencadenó una avalancha de dudas sobre la estabilidad de todas las demás conexiones humanas de su vida. Dos semanas después se le escuchaban decir cosas como -Es que no entiendes, no puedo confiar en nadie, el amor, cariño o amistad... Son palabras nada más, que me han dicho y que he dicho pero que no están respaldadas en la realidad. Estoy solo, no tengo a nadie...
-Tienes a Dios -dijo su amigo- Él siempre está contigo.
-No seas pendejo ¿Dios?, ¿el dueño de la franquicia donde operan todos esos tocaniños? -Exclamó entre risas, mientras se sorprendía del sonido de la misma. era la primera vez que reía desde su separación.
-No seas cínico, eso tampoco te va a llevar a ninguna parte. -estalló su amigo.
-Mejor voy a seguir siendo cínico y voy a seguir sufriendo un rato más, cuando consiga la manera de estar quieto, más que quieto, todo lo que realidad tiene que el concepto de quietud carece, todo lo que
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