No sé si es hoy, no sé si tiene días, si
la rutina me está venciendo, si las deudas me están carcomiendo. No lo sé. Lo
que sé es que me cuesta trabajo encontrarme en medio de la neblina de letras
que escupen los rayos que desgastan mis ojos, que saturan mi cerebro que
indigestan mis neuronas y violan mi identidad, dejándola maltrecha e
irreconocible.
La autenticidad es víctima de violencia
doméstica en mi cabeza.
Sé más sobre la próxima película de
Marvel que sobre el bienestar de mi familia y amigos.
Estoy tratando a diario de crear algo que
refleje mis sentimientos y mis pensamientos, pero hay demasiados filtros qué
atravesar, demasiadas pretensiones qué satisfacer, demasiados orgullos,
demasiados miedos. Muy poco espacio para que transiten las ideas. Llegan flacas
y maltrechas. Manoseadas e irreconocibles. Se me olvida cómo medirme a mí mismo
¿Cuál es la regla?
Hace falta perspectiva. Es la frase que
soluciona el 99% de los dilemas humanos. Pero la perspectiva está ausente. Está
metida en un frasco, muy bonito, clavado a una madera, pintado a mano, con
flores de lavanda, con espacio para el cambio. Muy bonito. Lo vi en Pinterest.
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