25.5.10

Venezuela desde otros ojos

La arena del debate político venezolano es un lugar hostil. Da menos miedo lanzarse de cabeza dentro de un aserradero que involucrarse en una discusión entre chavismo y oposición. En todo caso, este fin de semana tuve una discusión muy particular sobre la situación de Venezuela y es que tuve la posibilidad de ver a Venezuela a través de ojos muy distintos a los míos.

Cabe aclarar que en los últimos tiempos me he acostumbrado a moderar mis comentarios tratando de dirigir mis críticas más hacia las personas, los ciudadanos y la sociedad venezolana en general, que hacia uno u otro bando en particular. Además, he construido una postura basada en una comparación a grandes rasgos de la Venezuela en la que viví mi infancia y la Venezuela que abandondé ya de adulto hace dos años. Estos son algunos puntos claves que conforman mi apreciación de la situación política y social de mi país

- El nivel de hostilidad del venezolano ha subido al punto de que ya no somos aquel pueblo alegre del que nos vanagloreamos tanto
- Que el pasado haya sido malo no implica que, por defecto, el presente sea bueno. De la misma forma, el hecho de que el presente sea malo, no implica que el futuro vaya a ser mejor
- Me asquea la importancia que le hemos dado a los actores políticos por encima de las personas con quienes convivimos directamente

Viviendo en el extranjero esta ha sido una postura bastante sensata para no caer en argumentos y discusiones política que sólo los venezolanos entendemos y conocemos con profundidad. Además, la pregunta sobre Venezuela y sobre Chávez es obligatoria cuando alguien se entera de mi nacionalidad. Otro punto importante de vivir en el extranjero ha sido la posibilidad de darle reposo a mi conciencia a través de períodos (muy cortos) de desconexión total de la realidad venezolana, cosa que es muy complicada viviendo dentro de Venezuela, pero que pienso que es posible (aunque is amigos de allá me critican mucho este punto).

En todo caso, aquí en México, lugar al que vine por razones de trabajo y no por una necesidad de huir de mi país, normalmente me toca conversar y aclarar un poco y de la manera más ecuánime posible lo que sucede con el gobierno de mi país, ya sea con mexicanos o con personas de otras partes del mundo. Sin embargo, este fin de semana entablé una conversación muy interesante con un colombiano sobre Venezuela en la que fue él quien tomó la palabra por más tiempo, porque la verdad es que yo no podía sino escuchar con asombro su perspectiva sobre Venezuela.

Resulta que este bogotano tiene mucha familia en Venezuela, en Barquisimeto, para ser más precisos. Una familia de colombianos que llegaron a Venezuela a finales de los 70, principios de los 80, buscando huir de la violencia que azotaba a su país principalmente a causa del narcotráfico y por supuesto de la guerrilla. Por esta razón, él viajaba, durante su infancia, cada verano a pasar las vacaciones con sus tíos en tierras venezolanas. Él recuerda con asombro que viajar a Venezuela le daba la misma sensación que viajar a Disney, era ir al primer mundo pero más cerquita, era ir a un país donde se conseguían todas las cosas que en Colombia no existían: ropa de marca y de última moda, juguetes gringos, juegos de video y demás. Además recuerda lo impresionado que iba cuando sus padres admiraban con sana envidia la calidad de las autopista, la magnitud de los puentes y túneles, la belleza de la aquitectura, el calibre de las universidades y otras obras de infraestructura que daban evidencia del peso que tenía Venezuela como referencia para el resto de las naciones de América del Sur en todos los sentidos. Mi mente tradujo sus palabras de la siguiente manera: la calidad de vida venezolana era, para un colombiano en los años 90, el equivalente de lo que la calidad de vida colombiana es en la actualidad para mi.

Con el pasar de los años, sus visitas a Venezuela fueron cada vez menos frecuentes y no fue hasta después de alcanzar la adultez que tuvo la oportunidad de regresar por razones laborales a aquel país que tanto le impresionó. Esta vez, regresó cargado de café, papel de baño y otras cosas básicas que sus familiares le pidieron de favor, dada la dificultad de conseguirlas en el país. Llevando cosas que se consiguen en Colombia en cualquier supermercado, abasto o tiendita, al país que solía tener lo que el suyo apenas soñaba. Como era de esperarse, hoy en día se preguntaba si de niño él era muy fácil de impresionar o si en realidad Venezuela ha visto semejante deterioro. De pronto no era Venezuela en donde había paseado durante aquellos veranos de su infancia, de pronto Alicia ya no sigue a un conejo hasta el país de las maravillas, sino un malandro la secuestra y la lleva al país de las pesadillas.

Después de escuchar esto no puedo evitar decir lo que realmente siento. Entiendo que esa Venezuela de los 90 que él conoció era una Venezuela de gran desigualdad social, de grandes problemas en materia de salud, educación, etc. problemas que él por su edad no tenía la posibilidad de ponderar, problemas escondidos detrás de una máscara de primermundismo; pero en sus palabras se dibujaba con claridad una Venezuela con todas las herramientas para lograr solventar esos problemas y ser más que una bonita fachada. La Venezuela de hoy, en cambio, ya no tiene máscara. Pareciera que sólo encuentra cada vez más problemas y, debo decirlo, la mayoría son causados por la gran bocota del presidente Chávez, quien habló como ninguno antes lo había hecho con los pobres, les habló de venganza, les habló de rencor y de resentimiento, abusó y abusa de las palabras y este abuso siempre lleva a la mentira o a la falacia por pura hipérbole. Estafó al país con una idea tan noble como la justicia social. Pero basta caminar por cualquier calle del país para darse cuenta de que nada ha mejorado, que la pobreza sigue estando ahí y que las pocas cosas que impresionaron a aquel niño turista, hoy en día han sido reemplazadas por la desidia y por el rostro del presidente que aparece en cualquier rincón del país con una sonrisa, como quien se siente orgulloso de la destrucción de las pocas cosas buenas que teníamos.

1 comentario:

InverBags dijo...

Esta no es sólo la visión de un colombiano en Venezuela, al contrario, es la mirada decepcionada de muchos a quienes nos ha tocado ver y vivir el deterioro de toda una nación (incluyendo a su gente).

Ahora somos los venezolanos en Colombia los que vemos con asombro y admiración el progreso que se ha filtrado en la mente de cada colombiano.... y que a pesar de lo mal que se habla a causa del narcotráfico y la guerrilla, además de las metidas de pata del bocón de aqui; allá nos tratan, POR LO MENOS, como a un colombiano mas; tanto que nos olvidamos de ser venezolanos o en su defecto nos avergonzamos de ver lo elementales que podemos llegar a ser en este país (cuya responsabilidad no recae del todo en el tema Gobierno - política).